¿Deseo ser obeso?

 

La obesidad es una enfermedad. Tiene origen genético, pero existe una buena noticia y es que la educación alimentaria y el ejemplo de nuestros padres poseen una definitiva influencia.

Durante más de 20 años tratando la enfermedad he podido recoger algunas observaciones que pueden ayudar a quien padece de Obesidad.

 

Ø            Existe un pensamiento “mágico” que perpetúa a los que la padecen.

No a todos pero a la gran mayoría.  Personas que incluso han estudiado carreras universitarias o han hecho logros económicos con gran capacidad y trabajo, son capaces de creer que con tan sólo tomar un elixir, o un té, o comprando viandas o batidos podrán bajar y sostener ese descenso indefinidamente.

Incluso son capaces de creer que:

·        “Lo mío es hormonal”;

·        “Yo tomo agua y engordo”;

·        “No es gordura sino hinchazón”;

·        “Que estoy con 20 Kg. de más porque hoy no fui de cuerpo”;

·        “La culpa la tienen mis hijos o hermanos o padres o tíos que me obligan a comprar y comer lo que no se debe”;

·        “La balanza de mi casa pesa diferente”;

·        “¿No será que tengo más masa muscular?” sin entrenar la fuerza muscular

·        “Cuando me lo propongo lo logro”, pero ese día no llega;

·        “Comí porque cumplía años mi tía, mi secretaria, mi amiga, mi propia madre”.

 

Como si al cuerpo le importara el motivo por el cual se ingiere lo indebido. Creen mágicamente que la mejor excusa hará que el cuerpo perdone…

O acaso, cuando alguien estudia una carrera, la mejor excusa por la cual no estudie, ¿podrá hacer que apruebe la materia?

Pues debo decirles que no será así. Ningún proyecto que no sea “sustentable” es exitoso. Ninguna excusa hará que lo que se  ingiera por el motivo más noble, no se transforme en Kg. de más. Tampoco el de alimentación.

En este visceral pensamiento mágico, tan humano por cierto, es que se basan las publicidades y algunos puestos de feria de la salud, que prometen descensos mágicos insostenibles (mas esto último es un detalle que obvian por razones obvias).

 

Ø            La nutrición es una ciencia y debe ser manejada por médicos especialistas en el tema.  No por gurúes, ni tampoco por profesionales que tengan otra especialidad.

Si yo no soy especialista en cirugía cardiovascular, jamás debería meterme a operar en un quirófano.  De la misma manera que si no soy especialista en nutrición, no debería organizar una dieta a nadie.

 

Ø            Otra traba es la omnipotencia de pensar que como se sometieron a muchas dietas, ya se las saben todas.

Evidentemente, más importante que la dieta en sí, son las “herramientas de conducta” para poder realizarla en lo cotidiano.

Siempre insisto entre mis pacientes que cada consulta es más que pesarlos.

Deben aprender algo, debo enseñarles alguna herramienta para diferentes momentos de la vida (fiestas, viajes, eventos, reuniones de trabajo, etc.)

Todo esto es totalmente NORMAL en TODAS las personas, por lo tanto el médico nutricionista debe enseñar qué opciones hay para cada circunstancia, respetando gustos, preferencias y posibilidades.

No todo sirve para todos:  Se debe respetar la ley de adecuación, o sea, personalizar la dieta para cada persona.

 

Ø            Muchos pacientes se quedan atascados en la teorización, pensando mágicamente que con sólo aceptar verbalmente el problema, van a descender a pesar de comer o negar u olvidar lo que se come extra.

 

El gran secreto y la propuesta concreta  es APRENDER A COMER  definitivamente. No a ayunar, no a necesitar comprar viandas o batidos de por vida.

 

Ya es hora de dejar de lado los tranquilizadores pero peligrosos pensamientos mágicos. Es hora de tomar la responsabilidad de lo que nos sucede y salir al mundo con un criterio de realidad que nos permita modificar viejas costumbres, que nos puedan cambiar una vida sana por una vida llena de complicaciones de salud, dolores articulares y mal desempeño general lo que nos toque vivir. Tomemos “el toro por las astas”.

 

Creo que vale la pena y es la pregunta que cada uno deberá hacerse, responderse y actuar coherentemente a ese deseo. Siendo esto último el paso más importante de todos.

 

 

Dra. Patricia S. Minuchin