EL SIDA Y LOS DEPORTES.

REFERENCIA PRINCIPAL:
Declaración conjunta de la American Medical Society for Sports Medicine (AMSSM) y la American Orthopaedic Society for Sports Medicine (AOSSM), "El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y otros patógenos hemáticos en el deporte" (1995).

INTRODUCCION

    En 1989, la Federación Internacional de Medicina Deportiva (FIMS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentaron una declaración conjunta sobre "El SIDA y los deportes" que luego fue puesta en circulación. La aparición de nuevos datos ha propiciado la revisión de este documento.
    Lo que se ofrece a continuación está basado fundamentalmente en la postura conjunta de la American Medical Society for Sports Medicine (AMSSM) y la American Orthopaedic Society for Sports Medicine (AOSSM), que se titula "El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y otros patógenos hemáticos en el deporte" (1995). La postura de la FIMS constituye un resumen de la información actualmente disponible dirigida a los médicos y a otros profesionales sanitarios relacionados con la medicina deportiva, y que pretende servir como guía para: 
    *  Entender la relación del VIH con los deportes.
  
*  Poner en práctica medidas preventivas para minimizar el escaso riesgo de transmisión de este patógeno.
    *  Desarrollar iniciativas educativas eficaces para los deportistas y para otras personas relacionadas con los deportes y con esta infección, su transmisión y su prevención, y  Proporcionar una guía para atender a los deportistas infectados por el V.I.H.

DEFINICION
    Habitualmente, el SIDA produce una disminución de la función inmunológica  que, transcurrido un periodo de tiempo prolongado, puede asociarse con síntomas clínicos evidentes. Debido al natural deterioro progresivo de este proceso, las enfermedades producidas por el VIH-1 deben ser consideradas crónicas, con tres fases claramente diferenciadas. De éstas, el SIDA representa la fase final y mortal. Es frecuente que la infección inicial pase desapercibida, y suelen ser necesarias entre 4 y 12 semanas para que la persona se convierta en seropositiva para el VIH1.         La primera fase del espectro de enfermedades producidas por el VIH-1 puede durar hasta 10 ó 15 años, y es asintomática. Un 50 por ciento de los pacientes infectados por el VIH presentan SIDA durante los primeros ocho años de la infección, y durante este tiempo son capaces de transmitir el virus a otras personas. Cuando los pacientes empiezan a experimentar síntomas como sudores nocturnos, pérdida de peso sustancial y no deseada,  aftas, herpes zoster, aumento de tamaño de ganglios linfáticos, diarrea crónica, fiebre de origen desconocido ó infecciones recurrentes del tracto respiratorio superior han entrado en la segunda fase de la enfermedad por VIH (a la que a menudo se conoce como pre-SIDA sintomático precoz). 
    Sólo cuando la inmunocompetencia queda gravemente afectada o se diagnostican infecciones oportunistas poco frecuentes, como neumonía por Pneumocystis carinii, meningitis por criptococos, toxoplasmosis o encefalitis por herpes simple, se diagnostica al paciente de SIDA .

EPIDEMIOLOGIA
    Según la OMS, se calcula que unos dos millones de personas en todo el mundo tienen SIDA y que unos 10-12 millones de personas están infectados por el VIH, causante del SIDA. La OMS también prevé que, hacia el año 2000, entre 30 y 40 millones de personas estarán infectadas por el VIH-1.

TRANSMISION DEL VIH
    El VIH se transmite por contacto sexual, por exposición parenteral a sangre o hemoderivados, por contaminación de heridas abiertas o de mucosas por sangre infectada, o por vía perinatal de una madre infectada a un feto o a un recién nacido. 
    Aunque el virus puede ser detectado en varios líquidos del organismo, sólo la sangre tiene capacidad de contagiar en lo que respecta a la práctica de los deportes. El virus no puede ser transmitido al donar sangre, ni por picaduras de mosquitos ni otros insectos.
    Las lágrimas, el sudor, la orina, el esputo, el vómito, la saliva y las gotas procedentes del aparato respiratorio no han sido implicadas en la transmisión de la Infección.

TRANSMISION DEL VIH POR LOS DEPORTES
    En la actualidad no existen estudios epidemiológicos bien documentados que evalúen la transmisión del VIH o de otros patógenos hemáticos durante la actividad deportiva. Sin embargo, a pesar de los datos en contra, la posibilidad teórica de que el VIH sea transmitido en situaciones de práctica deportiva en las que se den exposiciones significativas a sangre procedente de heridas abiertas no es nula.
    La práctica de los deportes más sangrientos, como el boxeo, la  lucha libre o el taekwondo, representa un riesgo máximo. El riesgo es moderado en la práctica del baloncesto, el hóckey sobre hierba, el hóckey sobre hielo, el judo, el fútbol y el balonmano, y la participación en deportes que requieren un escaso contacto físico como el béisbol, la gimnasia o el tenis, representa el menor riesgo de todos .
    Hay que tener en cuenta que los deportes en los que se producen colisiones representan un riesgo de exposición a la sangre significativamente mayor que los demás deportes. Los deportistas que compiten en ellos deben ser conscientes del pequeño riesgo teórico de contagio de patógenos hemáticos.
    La persona infectada que siga practicando esta forma de competición asume una responsabilidad especial. 
    El mayor riesgo de que un deportista contraiga una infección por un patógeno hemático no se da en el terreno deportivo, sino en su actividad sexual y en el consumo de drogas por vía parenteral 

EDUCACIÓN
    Al no existir curación para la infección por el VIH ni vacuna para prevenirla, las técnicas de educación y prevención siguen siendo los medios principales para el control de su diseminación. A los especialistas en medicina deportiva les corresponde un importante papel en la realización de actividades educativas dirigidas a los deportistas, sus familiares, los preparadores físicos, los restantes profesionales sanitarios, los entrenadores y demás personas relacionadas con los deportes. La abstinencia o el sexo monógamo entre personas no infectadas son la única estrategia segura para protegerse contra la transmisión sexual. En otras relaciones sexuales se recomienda la utilización de preservativos con lubricantes acuosos. Está en estudio la eficacia de los espermicidas que contienen nonoxinol-9;pueden ser útiles como complemento del preservativo.
    Además, existe riesgo de contagio al compartir agujas y jeringuillas contaminadas en caso de consumo de drogas. En este apartado hay que incluir tanto el consumo de suplementos ergogénicos, del tipo de los esteroides anabolizantes, como el de drogas ilegales del tipo de la heroína.
    Los tatuajes realizados por personas que no utilicen agujas desechables o que no esterilicen convenientemente las agujas de un cliente a otro constituyen otra posible forma de contagio por aguja .         Al viajar, los deportistas deben saber que pueden entrar en contacto con una población en la que la prevalencia de estos virus sea mayor. Además existe la posibilidad de que se les administre un tratamiento médico peligroso, como una transfusión de sangre no controlada o una inyección con una aguja contaminada.      Estas prácticas, junto con la costumbre de compartir objetos personales, como cuchillas de afeitar, cepillos de dientes o cortaúñas, pueden suponer un aumento del riesgo. Todo deportista debe conocer estos peligros potenciales.
    La educación sobre el riesgo de transmisión de enfermedades en la práctica deportiva es importante.         Este riesgo, por improbable que sea, puede ser reducido al mínimo adoptando medidas higiénicas tan de sentido común como la atención inmediata de las heridas que sangran. Todo deportista debe ser consciente de que, si se produce una herida sangrante, lo mejor para él es informar de inmediato al encargado, al entrenador o al profesional sanitario correspondiente. El personal sanitario debe ser instruido sobre las precauciones universales y sobre su puesta en practica Los médicos especialistas en medicina deportiva pueden desempeñar una importante tarea en la educación general dirigida a la reducción del miedo y de los equívocos relacionados con la transmisión de patógenos hemáticos entre los deportistas, sus familiares y las personas relacionadas con los deportes. Las organizaciones deportivas, y los propios deportistas, pueden contribuir significativamente al esfuerzo educativo global. Muchas organizaciones deportivas han establecido pautas para informar sobre las precauciones que permiten reducir la transmisión de enfermedades por vía hemática en los deportes. 

EL DEPORTISTA INFECTADO POR ELVIH
    Los especialistas en medicina deportiva deben conocer todo lo referente al trato con deportistas infectados por el VIH. Dada la continuidad de la epidemia de SIDA en todo el mundo, cada vez habrá más deportistas con este diagnóstico. Aunque la infección por VIH constituye un problema sanitario extremadamente grave, no está de más recordar que se trata de una enfermedad crónica. Con frecuencia, su historia natural le concede a la persona infectada muchos años de excelente salud y vida productiva 
    Por el momento, no existen estudios que hayan evaluado los efectos del ejercicio intenso sobre un deportista seropositivo para el VIH. Se ha demostrado que el ejercicio muy intenso suprime el sistema inmunitario incluso de los deportistas de elite sanos que no son seropositivos.
    La decisión de recomendar la práctica de deportes de competición en estos casos debe tomarse de forma individualizada y en ella han de intervenir el deportista, su médico de cabecera y el especialista en medicina deportiva.
    Las variables que hay que tener en cuenta al respecto son las siguientes:
    El estado de salud del deportista y la situación de la infección por el VIH, La naturaleza e intensidad del entrenamiento, La posible contribución del estrés derivado de la la competición deportiva, y El riesgo potencial de transmisión del VIH.
    A tenor de la información médica y epidemiológica actual, la sola presencia de infección por VIH es suficiente para prohibir la participación en deportes de competición 

EL EJERCICIO Y LAS PERSONAS SEDENTARIAS INFECTADAS POR EL VIH
    Aunque todavía no disponemos de datos fiables sobre el entrenamiento de las personas sintomáticas infectadas por el VIH, diversos estudios parecen indicar que un nivel moderado de actividad física supervisada resulta seguro durante toda la evolución de la enfermedad. Por consiguiente, sigue siendo necesario tomar precauciones en este sentido.
    No están claros los efectos a largo plazo del ejercicio agudo y exhaustivo en personas que padezcan enfermedades crónicas. Así pues, es probable que los pacientes infectados por el VIH cuyo sistema inmunitario esté suprimido, en los que la proporción de linfocitos CD4+/CD8+ es baja, no deban practicar deportes hasta quedar agotados . Un programa de ejercicio moderado puede mejorar la salud mental e impedir en su caso el deterioro de la inmunidad.
    De hecho, parece que el ejercicio constituye una técnica terapéutica coadyuvante que puede desempeñar un importante papel en el tratamiento de la enfermedad producida por el VIH.
    Toda persona infectada por el VIH debe ser sometida a una exploración física completa antes de iniciar cualquier tipo de programa de actividad física.         Los programas de entrenamiento deben ser comentados con el médico y con un especialista.   Además se recomienda iniciar el ejercicio mientras aún se esté sano. Siguiendo estas sencillas recomendaciones, la práctica de ejercicio moderado puede representar una actividad segura y beneficiosa para muchas personas infectadas por el VIH 

LA PRUEBA DEL VIH
            a) Prueba obligatoria
            La prueba obligatoria o la detección selectiva de patógenos hemáticos habituales no están justificadas por razones médicas como requisito previo para la actividad o la competición deportivas. Antes de poner en práctica cualquier programa de detección de patógenos hemáticos en el ámbito deportivo deben tenerse en cuenta los problemas prácticos, médicos, científicos y éticos que acarrearía.
            Para empezar, no está claro a quién habría que hacer la prueba. Además, habría que determinar la frecuencia de ésta. Un resultado negativo no es garantía de invulnerabilidad. Aunque la mayoría de las personas dan positivo a los 4 meses de verse expuestas al VIH, en otras el virus puede tardar un año en hacerse evidente. Por esta razón, habría que hacer las pruebas varios meses después de la actividad potencialmente peligrosa. Un resultado negativo 12 o más meses después de la posible exposición indica que la persona no está infectada. Otros factores que hay que tener en cuenta con respecto a las pruebas obligatorias son los desmesurados costes, así como los aspectos éticos y jurídicos relativos a la población, en la que puede haber menores de edad. Todos estos datos indican que no hay base racional para someter a los deportistas a pruebas de detección de patógenos en sangre.
                b) Prueba voluntaria
                Debe aconsejarse que se sometan voluntariamente a la prueba a los deportistas y no deportistas que hayan estado expuestos a la transmisión. 
    Deben darse por aludidos quienes:
    Hayan tenido varias parejas sexuales, Hayan recibido inyecciones de productos no recetados por un médico, como drogas de abuso o complementos ergogénicos, Hayan mantenido contacto sexual con personas de riesgo, Padezcan alguna enfermedad de transmisión sexual, como la infección por el VHB, o     hayan recibido transfusiones de sangre antes de 1985.
    Para obtener el consentimiento informado y analizar los resultados positivos y negativos es necesario seguir las normas nacionales o locales en rigor. (que pueden variar). 
    El conocimiento de la situación personal en lo que se refiere a las enfermedades transmitidas por la sangre, combinado con un asesoramiento anterior y posterior a la prueba, puede ser una ayuda importante para la educación preventiva. 
    Diversas razones avalan la utilidad de conocer si se está infectado o no. Los pacientes asintomáticos infectados por el VIH disponen de tratamiento, pueden modificar su conducta para adoptar prevenir la posible transmisión de patógenos hemáticos y pueden recibir asesoramiento adecuado sobre el ejercicio y la práctica deportiva. Cuanto antes se sepa si la prueba ha dado resultado positivo, antes podrá llevarse a cabo la correspondiente intervención médica, aumentando así las posibilidades de prolongar la vida.
    La Federación Internacional de Medicina Deportiva estimula a adoptar con las personas infectadas por el VIH las mismas medidas sanitarias públicas que en cualquier epidemia.

OTROS PATOGENOS HEMATICOS
    La hepatitis B (VHB) y la hepatitis C (VHC) se contagian por las mismas vías que el VIH. El portador crónico del virus de la hepatitis B representa el mayor riesgo de transmisión. El virus de la hepatitis delta (VHD) requiere la presencia del VHB para que se exprese la enfermedad; la enfermedad que produce es mucho más virulenta que la del VHB solo. Los factores de riesgo de una y otra enfermedad son parecidos. El VHB está mucho más concentrado en la sangre, por lo que se contagia más fácilmente que el VIH.
    En el entorno sanitario general, el riesgo de contagio del VHB por exposición parenteral es mucho mayor que el del VIH. Cabe suponer que el riesgo de contagio relacionado con los deportes es mayor para el VHB que para el VIH.
    Disponemos de pruebas de laboratorio precisas para detectar el VHB y el VHC en sangre. No hay pruebas de que un entrenamiento intenso para alta competición constituya un problema para el portador asintomático del VHB (agudo o crónico).
    En la actualidad existe una vacuna contra el VHB que debe ser tenida en cuenta, en especial, por los profesionales sanitarios. No hay recomendaciones específicas respecto a su empleo en deportistas. Sin embargo, varios grupos de trabajo aconsejan la vacunación universal contra el VHB tanto de los recién nacidos como de los adultos jóvenes.
    Las recomendaciones aplicables al VIH son adecuadas asimismo para reducir el riesgo de infección por otros patógenos hemáticos, como el VHB y el VHC .

ASPECTOS JURIDICOS
    El principio de confidencialidad exige guardar secreto sobre la información médica, salvo excepciones como las correspondientes a las enfermedades de declaración obligatoria. Por consiguiente, la responsabilidad del médico está muy clara. No puede hacérsele responsable de avisar a los miembros del equipo contrario que no estén infectados.
    Esta responsabilidad le incumbe al deportista infectado por el VIH. En todo caso, el deportista no infectado debe saber que asume el riesgo (probablemente pequeño) de entrar en contacto con el VIH o con otros patógenos hemáticos al participar en actividades deportivas, porque no cabe dar por hecho que sus competidores estén libres del VIH (ni de otros patógenos hemáticos). La situación no difiere de lo que ocurre con otras lesiones inherentes a la práctica deportiva.
    La responsabilidad respecto a la transmisión sexual del VIH reside en la persona infectada. De momento, no hay antecedentes jurídicos en lo que respecta a la transmisión del VIH en competiciones deportivas. Se aconseja al médico que tome conocimiento de las disposiciones locales y nacionales, y de las que regulan la confidencialidad.

ACTITUD Y MEDIDAS PREVENTIVAS ESPECIFICAS RESPECTO A LOS ACONTECIMIENTOS DEPORTIVOS
    El riesgo de transmisión de patógenos hemáticos en competiciones deportivas es extremadamente bajo.  Sin embargo, todos los participantes en ellas ayudarán a reducir ese riesgo si cumplen las siguientes normas, que son a la vez útiles y fáciles de poner en práctica. Resulta fundamental aplicar el sentido común y guiarse por los principios básicos de la higiene.
    Dado que el riesgo de transmisión de patógenos hemáticos en la práctica deportiva se limita al contacto con la sangre, con los líquidos orgánicos y con otros líquidos que contengan sangre, las medidas preventivas deben ir dirigidas al reconocimiento y tratamiento inmediato de las hemorragias. 
    Se han elaborado las siguientes recomendaciones para reducir al mínimo el riesgo de transmisión de patógenos hemáticos en el contexto de los acontecimientos deportivos, y para ofrecer pautas de tratamiento al personal sanitario.
    Es esencial el cuidado adecuado de las heridas ya existentes. Las abrasiones, cortes o heridas rezumantes que puedan sangrar o servir como puerta de entrada de patógenos hemáticos deben ser cubiertas con un vendaje oclusivo que resista las exigencias de la competición. También los profesionales sanitarios que tengan heridas en fase de cicatrización o dermatitis deben cubrirse las zonas correspondientes de forma adecuada, para no contagiar al paciente ni ser contagiados por él. 
    El personal sanitario debe disponer del equipo necesario para tomar las precauciones generales. Está constituido por guantes de látex o de vinilo, desinfectante, lejía (preparada en fresco en una dilución al 1:10 con agua del grifo), antiséptico, recipientes diseñados para aislar el equipo o los uniformes (con bolsas o recipientes impermeables independientes marcados adecuadamente para guardar los uniformes o equipamientos manchados de sangre), vendas o vendajes, y un contenedor adecuado para desechar las
agujas, jeringuillas o bisturíes.
    Durante el acontecimiento deportivo, la detección a tiempo de las hemorragias es responsabilidad de los encargados, de los deportistas y del personal médico.     Los participantes que sangren deben ser retirados del terreno de juego en cuanto sea posible.     La hemorragia debe ser controlada y la herida lavada con jabón y agua o con un antiséptico. Luego, ha de taparse con un vendaje oclusivo que resista las incidencias de la actividad en cuestión. Cuando la hemorragia haya sido controlada y la herida, si la hay, convenientemente cubierta, el jugador puede volver al campo. Cualquier participante cuyo uniforme resulte manchado de sangre, independientemente del origen de ésta, debe cambiarse antes de volver al campo. 
    Hay que recordar a los deportistas que es su responsabilidad informar a tiempo de todas las heridas y lesiones que padezcan, incluidas las anteriores a la actividad deportiva. En los deportes de contacto es responsabilidad suya llevar el equipamiento adecuado en todo momento, incluido un protector de boca.
    El asistente sanitario que se ocupe de una hemorragia aguda debe adoptar las precauciones generales. Cuando quepa esperar el contacto directo con sangre, líquidos corporales u otros líquidos que contengan sangre, debe ponerse guantes adecuados.     Ha de cambiarse éstos después de tratar a cada persona y, en cuanto sea posible, lavarse las manos con agua y jabón o con un antiséptico.
    Es frecuente que en la práctica deportiva se produzcan abrasiones o cortes pequeños. Estos no obligan a interrumpir el juego ni a retirar al participante de la competición. Si no sangran, deben ser limpiados y cubiertos en el siguiente descanso reglamentario.     Tampoco una pequeña mancha de sangre en la ropa obliga a retirar al deportista ni a que se cambie de ropa.
    La falta de equipo protector no debe retrasar el tratamiento urgente de las lesiones que supongan un peligro para la vida. Aunque el VIH no se transmite por la saliva, es posible que el personal médico prefiera utilizar aparatos para practicar el boca a boca. Estos aparatos deben estar disponibles siempre que sea posible. 
    Cualquier parte del equipamiento o del terreno (por Ej., el tapiz de lucha libre) que se manche de sangre debe ser limpiada de inmediato con toallas de papel o paños desechables. Las zonas contaminadas deben ser desinfectadas con una solución preparada en ese mismo día diluyendo una parte de lejía casera en diez partes de agua. Luego, hay que secarles antes del nuevo empleo. Las personas encargadas de limpiar el equipamiento o de recoger la ropa sucia deben llevar guantes.
    Después de la competición hay que volver a evaluar las heridas producidas durante la misma. Quizás sea necesario limpiar y vendar de nuevo la herida.     Además, hay que recoger los uniformes o las toallas manchadas de sangre, para lavarlos con agua caliente y detergente. 
    Las intervenciones realizadas en la sala de entrenamiento deben ajustarse a las precauciones generales. El personal sanitario debe llevar guantes.     Las manchas de sangre, líquidos corporales u otros líquidos que contengan sangre deben limpiarse tal como se ha descrito antes. Hay que aconsejar a las personas encargadas de transportar  el equipamiento, al personal de lavandería y a los conserjes que lleven guantes siempre que quepa la posibilidad de que estén en contacto con piezas del equipamiento, prendas u objetos manchados de sangre. Debe haber contenedores adecuados para tirar las agujas, jeringuillas o bisturíes.
    En muchas competiciones y pruebas deportivas, sobre todo de ámbito escolar y comunitario, no hay personal médico. Las pautas descritas no se aplican sólo a los médicos, preparadores físicos y fisioterapeutas que intervienen en la actividad deportiva, sino también a los entrenadores y responsables que asisten como ayudantes sanitarios primarios. Todo el personal relacionado con el deporte debe conocer los primeros auxilios básicos y el modo de controlar las infecciones, incluidas las medidas preventivas
descriptas.